Durante los primeros días del brote del Covid-19 en México, en las redes sociales la gente decía, que la pandemia estaba siendo el principal impulsor de la transformación digital en las empresas. Supimos de varios casos de empresas que, por primera vez, estaban echando mano de herramientas digitales para seguir ofreciendo sus servicios y mantener su continuidad operativa, así como de otras que aceleraban el desarrollo y lanzamiento de soluciones tecnológicas para otras compañías, sobre todo aquellas enfocadas en salvaguardar la salud de los trabajadores y facilitar las operaciones remotas.

El Covid-19 sí ha sido un catalizador de la transformación digital, sobre todo para quienes se han visto forzados a implementarla o quienes han entendido rápidamente el beneficio de adaptarse y generar valor para el negocio. Pero, ¿qué sucede con esas compañías que no tienen —o que creen que no tienen— esa necesidad de transformarse? Por ejemplo, la mayoría de las pequeñas y medianas empresas (pymes).

Sin lugar a dudas, en este segmento de mercado la adopción de herramientas digitales ha sido más lenta porque quizá no está llegando el mensaje. Y con esto me refiero a que, básicamente, en los últimos dos meses hemos escuchado muchos clichés sobre la transformación digital del tipo: “Transformarse o morir”, “No te quedes atrás en la transformación digital”, y varios por el estilo que, al menos por lo que aparentan, buscan explotar el miedo como principal impulsor, sin ofrecer demasiado valor para el receptor del mensaje.

Si buscamos acelerar la adopción de tecnologías emergentes y disruptivas en un segmento que, históricamente, ha sufrido por la falta de ellas, debemos poner sus preocupaciones y puntos de dolor en el centro de nuestras soluciones y mostrarle a esas empresas cuál es el valor que obtienen, por ejemplo, en términos de eficiencia, productividad, aceleración en sus capacidades de innovación, acceso a nuevos mercados y clientes, etcétera.

Y esto, sin duda, debe estar acompañado de un portafolio de soluciones accesibles a todos los presupuestos y fácilmente adaptables a cualquier proceso porque, históricamente, las pymes han convivido con la idea de que la tecnología es cara y compleja.

Una de las promesas que trajo consigo la Cuarta Revolución Industrial es la democratización de la tecnología, de tal forma que no sea más una brecha competitiva entre pequeños y grandes jugadores, sino la herramienta mediante la cual todos pueden acceder a oportunidades de mercado similares. Y esto es cierto. Hoy vemos un gran potencial competitivo en el universo de startups que están saliendo al mercado con soluciones innovadoras, lejos de la rigidez con la que en algunas ocasiones se mueven los grandes jugadores tecnológicos -por ejemplo, con sus costosas y burocráticas licencias de software-. El reto ahora es comunicar adecuadamente el valor de estas soluciones.

La tecnología vale poco si no ayuda a construir un caso de negocio real, aplicable, fácilmente escalable, con un ROI razonable y a corto plazo. Así de sencillo. Este es el mensaje que debemos llevar a las pymes en México para acelerar su transformación digital y ofrecerles nuevas oportunidades en esta crisis que estamos experimentando.

Si no se les toma en serio, el golpe económico para este segmento de la economía podría ser devastador. Según la Asociación Latinoamericana de Micros, Pequeñas y Medianas Empresas (Alampyme), alrededor de 4.5 millones de Mipymes están en incertidumbre, con pérdidas por 30,000 millones de pesos que pueden extenderse a 250,000 millones de pesos al término de la emergencia sanitaria.

En este punto, entender el impacto de la transformación digital en términos del valor que pueden captar y cómo pueden traducir eso en mejores finanzas para sus compañías. Acércate a organismos empresariales que puedan facilitarte contactos con proveedores de estas soluciones y profundiza en aquellas que se adecuen a tu presupuesto. Incursionar en Industria 4.0 no tiene por qué ser tortuoso ni complejo.