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La relación entre las marcas y los consumidores se ha vuelto cada vez más compleja. No solo los cambios sociales y demográficos obligan a las compañías a ajustar qué saben y qué no sobre sus potenciales consumidores y sus intereses, sino que además la transformación digital ha reajustado por completo el estado de las cosas. En el nuevo universo en el que tienen que moverse las marcas, todo fluye más rápido y todos los ciclos son más cortos.

Es probable que uno de los mejores ejemplos para comprender esto estén en la vida útil de los memes. Los memes aparecen de forma rápida, vinculados muchas veces a un evento noticioso relevante que acaba de ocurrir. Llegan, tienen un éxito viral y global abrumador de una manera muy rápida y del mismo modo que aparecen se acaban yendo. Se eclipsan rápidamente, dejando paso a una nueva cuestión de moda. Los memes funcionan como tantos ciclos en la vida de la red.

Por todo ello, las compañías están bajo muchísima presión. La presión ya no es solo la que implican los cambios económicos o las modas en gustos, sino que ahora deben estar siempre pendientes a una cierta volatilidad, a un constante flujo de ajustes que se producen a una velocidad de vértigo por culpa de la red.

Además, no solo ha cambiado el modo en el que se prefieren las cosas o se hacen populares temas y demás cuestiones, sino que también se ha modificado el margen de maniobra de las empresas. Los consumidores piden más transparencia, pero también exigen tiempos más breves a la hora de lograr respuestas de las marcas o dan márgenes más cortos para que estas actúen.

Afectan desde al ciclo de lanzamiento de productos – todo tiene que estar mucho más rápidamente en el mercado – hasta la gestión de crisis y prensa negativa.

Por todo ello, las compañías se están viendo obligadas a trabajar, más que nunca, en tiempo real. Deben seguir qué ocurre en el mercado en el mismo momento que pasa y lanzar las respuestas y soluciones también de forma paralela a ese ritmo. Como señalan en Warc, partiendo e un análisis australiano, dado que las interacciones digitales entre marcas y consumidores están además volviéndose más importantes que las físicas (se usa ya más la red y los canales digitales para conectar con la marca de lo que se usan los canales tradicionales), el trabajo de las compañías debe acelerarse: es más importante que nunca que se adapten a los tiempos y que sigan la tendencia de cambio.

En qué deben centrar sus recursos

En este nuevo entorno, las marcas deben prestar atención a todas aquellas fuentes de información que le marquen qué está cambiando para los consumidores y qué van a premiar en el futuro. Así, hay que usar el social listening para hacer un seguimiento a lo que creen y hacen los consumidores, pero también buscar otras señales vinculadas a lo que los consumidores hacen y les interesa.

Los marketeros deben aprovechar todas las oportunidades, seguir todas las pistas y emplear todas las herramientas posibles. La integración entre lo online y lo offline debe ser lo más fluida posible y con ello debe buscarse la vía más eficiente para el éxito.

Al fin y al cabo, como recuerdan desde Warc, una buena estrategia de datos y conocer bien al consumidor puede marcar la diferencia entre tener a consumidores satisfechos y leales a la marca o no. Las fuentes de datos sobre los consumidores, añaden, dan una parte de la verdad sobre cómo son esos consumidores y qué les interesa, pero las cuestiones deben completarse con otras fuentes de información y con un procesado rápido de todas ellas. Debe lograrse tener una visión holística de los consumidores y de sus intereses para tomar las mejores decisiones de negocio.

Igualmente, las expectativas de los consumidores están al alza y son cada vez más complejas (por ejemplo, ocurre con la personalización, deseada, pero complicada), por lo que es más crucial ser capaces de navegar esas complejas aguas.

En conclusión, se podría decir, el marketing digital se ha convertido en una pieza determinante en el éxito de las empresas y en sus esfuerzos para conectar con los consumidores.