Ahora bien, para ser innovador se requieren algunos requisitos que todos pueden poner en práctica:

Desarrollar al máximo la observación. A diferencia de simplemente mirar es necesario observar en detalle, obsesionarse por los clientes y competidores y observarlos en cada situación posible. Si hace esto descubrirá que hay muchísimas cosas para mejorar y copiar.

Poner foco en resolverle problemas a la gente. Estos problemas no tienen que ver con salvar al mundo, sino con simples cosas que los clientes necesitan resolver y que por alguna razón nadie hace.

Involucrar a toda la organización. Así, las innovaciones no surgirán solamente de arriba para abajo, sino en todas las direcciones. Nadie mejor que quien está frente al mostrador, en los almacenes o en administración, para buscar mejoras a problemas en cada una de esas áreas.

Contar con métodos para analizar las ideas. Hoy en día existen infinidad de métodos para poder evaluar si son viables o no. Los modelos canvas, lean startup, design thinking, entre otros, pueden ser una alternativa. Siempre es importante validar con método la idea y necesario tener objetividad sobre la idea y así descartarla o avanzar, pero con algo más que unan gran intuición.

Rodearse de gente creativa. Es necesario tener objetividad sobre la idea. Muchas veces es difícil para el padre de la idea ser realmente crítico y objetivo. En este punto la visión de un consultor externo puede ser muy valiosa. Si es humilde sabrá aprovechar las críticas, siempre sabiendo de quién vienen para evitar a los abucheadores del cambio. Para muchos, la innovación es una amenaza.

Es importante aclarar que no sólo se trata de generar un nuevo producto o servicio. También pueden innovar en la forma de comercializarlo, en un nuevo formato de administración o logística, en cómo estructurar la matriz de costos, etc. Eso sí, es clave que todas estas mejoras impacten en la realidad de los clientes, generen valor y de igual manera rentabilidad.

Les contaré un caso que vi hace varios años y que muchos de seguro ya me escucharon platicar en reiteradas ocasiones, pero es claro y ejemplificador:

En Estados Unidos, hace aproximadamente siete años, un señor llamado John inventó un celular. Parecería imposible que un simple hombre pueda desarrollar un buen producto para competir con las grandes empresas, salvo que sea una innovación que le permita llegar a un segmento desatendido por alguna razón por el resto de las empresas.

El equipo creado por este señor únicamente tenía números y un botón ara llamar y otro para cortar la comunicación, nada más… ¿Para quién era este teléfono? ¿Cómo se le ocurrió hacer un aparato tan básico?

Les pregunto a ustedes ¿cuántas cosas quieren de un teléfono su abuela o su tía mayor? Si bien la respuesta no es general, me arriesgo a pensar que la mayoría de los mayores sólo quiere una cosa: hablar y que sea de manera fácil.

Este señor observó lo que todos observamos, pero que nadie buscó resolver, salvo él. Encontró lo que se llama un ‘segmento de oportunidad’ para generar mucho valor, tanto, que este teléfono se vendía en las tiendas 250 dólares. Esto ejemplifica que cuando resolvemos problemas es fácil generar valor y si generamos valor es fácil obtener rentabilidad.

Entonces, ¿cuándo fue la última vez que innovó en su modelo de negocios?, ¿cuánto tiempo dedica en su organización a la innovación?, ¿escucha las sugerencias de sus colaboradores sobre cómo mejorar pequeñas o grandes cosas que ellos consideran importantes?